Nuestro Fundador

MONSEÑOR LEONIDAS PROAÑO

OBISPO DE LOS INDIOS Y PROFET A DE LOS POBRES

MONS. PROAÑO

El 29 de enero de 1910 nace Monseñor Leonidas Eduardo Proaño Villalba quien luego de toda una vida entregada sin reservas a la liberación de los oprimidos se convirtió en el Profeta de Amerindia, en el Profeta de los pobres, y Obispo de los Indios. San Antonio de Ibarra, en la provincia de Imbabura, fue su lugar natal. 

Sus padres Agustín y Zoila campesinos pobres dedicados a tejer sombreros de paja, fueron quienes lo educaron – desde su más tierna edad- en los más altos valores humanos y en la fe cristiana.

En su adolescencia soñaba con ser pintor o escritor, pero luego de dudas y reflexiones optó por el sacerdocio y a los 26 años de edad recibió la ordenación sacerdotal. Al ser ordenado su mayor sueño fue ser “párroco de indios” pero esta gracia no le fue dada en esa etapa. El 29 de mayo de 1.954 fue consagrado Obispo de Riobamba, cargo en el que realizó su más largo e inédito peregrinaje y magisterio pastoral, en el cual pudo plasmar su sueño juvenil, pues trabajó incansablemente, durante 30 años, en la diócesis con mayor cantidad de indígenas del país.

Ya en Chimborazo constata que la obra de “redención” del indigenado es enorme, y a esa causa entrega toda su vida, todas sus energías. Funda ERPE (Escuelas Radiofónicas Populares), el Centro de Estudios y Acción Social (CEAS), la Pastoral de Conjunto; desarrolla iniciativas como los Equipos Pastorales, el Equipo Misionero Itinerante todos ellos como medios para educar, formar, concientizar, evangelizar. En Ecuador es pionero de la alfabetización de los indígenas en su lengua materna, y quien por primera vez – aún antes de la promulgación de la primera Ley de Reforma Agraria- entrega, como acto de reparación histórica, las tierras de la Curia Diocesana a los indígenas, a quienes reconoció como sus únicos y legítimos dueños.

A nivel eclesial es uno de los más destacados representantes latinoamericanos de la Iglesia de los pobres. Sentó las bases de una nueva concepción y acción de la Iglesia como pueblo de Dios, superando así la concepción tradicional de Iglesia piramidal constantiniana; es el artífice de la opción preferencial por los pobres. Como Padre Conciliar participó con aportes fundamentales en el Concilio Vaticano II y con 40 obispos más firmó el Pacto de las Catacumbas. Su participación en Medellín y Puebla proveyeron a estos documentos un sello singular.

Sin embargo, debido a su firme y fiel entrega a la defensa de la justicia y a la construcción del Reino de Dios fue blanco de duras críticas, amenazas y persecuciones tanto desde el Estado como desde la Jerarquía Eclesial. En abril de 1974 llega a Riobamba -con resguardo policial- el P. Jorge Casanova SDB el Visitador Apostólico, para fiscalizar la acción pastoral del Obispo Rojo, Subversivo y Comunista. Esta “visita” tuvo lugar por orden de la Santa Sede a pedido de algunos Obispos ecuatorianos. En 1.976, fue apresado por la dictadura militar de ese entonces, acusado de subversión junto con otros 17 obispos, y más sacerdotes y laicos de todo el continente.

Los tres últimos años de su vida realizó su trabajo pastoral a nivel nacional al ser nombrado presidente del Departamento de Pastoral Indígena de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, por pedido de la dirigencia indígena nacional al Papa Juan Pablo II.

Por los invalorables aportes eclesiológicos y teológicos se lo considera, en América Latina y a nivel mundial, Padre de la Iglesia Latinoamericana y Padre de la Teología de la Liberación. Con su transparente vida evangélica mostró a creyentes y no creyentes que el camino de la resurrección pasa por la adhesión y auténtica fe en Jesucristo Liberador y una sincera práctica de la justicia a favor de los más pobres entre los pobres.

Educador nato, con una pedagogía liberadora, apoyado en el método Ver Juzgar y Actuar, y con gran respeto por las culturas indígenas, luchó, trabajó y colaboró para que los indígenas recobraran su dignidad, su identidad y se organizara para su liberación.  Mons. Proaño está en la raíz del gran árbol que constituye el movimiento indígena. Él es maestro, profeta, amigo, educador, poeta-pintor, eclesiólogo, defensor de los derechos humanos y de los derechos de los pueblos indígenas, periodista, internacionalista: “una montaña que orienta y desafía”, “un Chimborazo espiritual” al decir de Don Pedro Casaldáliga.

Recibió varios doctorados honoris causa, numerosos premios y reconocimientos nacionales e internacionales y fue el primer ecuatoriano candidatizado en 1986 al Premio Nóbel de la Paz.

Escribió numerosas obras, la mayoría de las cuales aún son inéditas. Con los derechos de autor de sus libros, remuneraciones de conferencias, retiros y donativos, creó al final de sus días –en su testamento- la Fundación Pueblo Indio del Ecuador y el Centro de Formación de Misioneras Indígenas.  Murió pobre, sin tener dónde reclinar su cabeza, el 31 de agosto de 1.988 y fue sepultado, según su propio deseo, en el Centro de Formación de Misioneras Indígenas ubicado en la comunidad indígena de Pucahuaico, al pie del Taita Imbabura, cerca de su pueblo natal, desde donde nos continúa evangelizando.